domingo, 2 de febrero de 2014

Al hablar de la Teoría Crítica, es imprescindible mencionar primero la Escuela de Frankfurt, que destacó por ser la cuna de una nueva corriente de pensamiento de autores reconocidos en varios ámbitos: filosofía, psicología, politología, economía, arte, estética… Se fundó sobre 1923 en un Instituto para la Investigación Social, una organización independiente donde empezaron a trabajar algunos de los intelectuales más conocidos.
El concepto crítico “industria cultural” no es meramente un apéndice en la teoría crítica de Adorno, sino que resume, en el actual estadio de desarrollo, una situación que se caracteriza por la extrema mercantilización de lo que antaño pareció conservar cierta autonomía y por el desfallecimiento del que en la época clásica de la filosofía europea era llamado “sujeto” o “individuo”.
El punto de partida serían algunas pautas marxistas, como la de que la comunicación procede de la afirmación de que “las ideas de la clase dominante son en todas las épocas las ideas dominantes”. Aunque esta frase se presta a más de una interpretación, la tendencia ideológica general se orientará a fomentar el crecimiento de las fuerzas de las clases opuestas o a desfigurarlas para restarles legitimidad. Hay que tener en cuenta la importancia de la herencia intelectual de la Escuela de Franfurt.
Los críticos teóricos que más destacaron en este campo fueron, sin duda,  los de la generación de Adorno y Horkheimer, pero existen muchos de renombre. Formularon unas teorías donde destacaba la modernidad (fenómenos sociológicos, políticos de la sociedad industrial, cuál es la posición del sujeto en esa misma sociedad industrial…), y donde se  reformulaba la teoría marxista (y freudiana) hasta convertirla en una doctrina que se volvió en una especie de autoridad. Analizando las desigualdades económicas se entendían los conflictos sociales.

El pensamiento de Theodor Adorno se inscribe dentro de la corriente dialéctica que define el pensamiento crítico del pasado siglo y, en concreto, a los integrantes de la Escuela de Francfort. Filosóficamente es discípulo de la fenomenología de Husserl. Para Adorno, la crítica y elpensamiento crítico se ven cercenados y esterilizados por las expresiones culturales de la sociedad industrializada. El pensamiento filosófico debe plantearse como 'crítica cultural', que evidencie las contradicciones entre la 'sociedad real' y su 'deber ser ideal'. La propuesta intelectual de Adorno se basa en la toma de conciencia de la situación y la denuncia de la apariencia de libertad de la sociedad de consumo, esto es, del espejismo de la cultura cosificada, desarrollada por la que describe como 'industria cultural', nutriente de la 'cultura de masas' (v. Adorno, T. y Max Horkheimer, La industria cultural. Iluminismo como mistificación de masas ). Los productos culturales y el desarrollo tecnológico deshumanizado son los ingredientes que contribuyen a la desideologización de la sociedad. Las industrias culturales reducen la circulación del conocimiento a través de los espacios de ocio, que dan "demasiado poco y demasiado malo".
Para Adorno es necesario volver con mayor intensidad a la filosofía para recuperar el pensamiento, la acción crítica, que ha sido esterilizada por la sociedad industrial. En Adorno se encuentran muchos de los argumentos de la contestación de los años sesenta a la entonces llamada sociedad de consumo.
Su obra más conocida, La Dialéctica de la Ilustración, escrita junto a su maestro Max Horkheimer, que es en la que se aborda la 'cultura de masas' y las prácticas de las 'industrias culturales', que no es, según señala, una verdadera cultura nacida de esas masas. En Prismas yCrítica cultural y sociedad se reúnen los trabajos de crítica literaria.

Los postulados que emitió la Escuela de Frankfurt fueron principalmente dos: uno tenía que ver con el método, y el otro con el punto de vista desde el cual se proyectaba la teoría. Es decir, la crítica al modo de actuar o hacer (Adorno) y una crítica al modo de ver o pensar las cosas que se hacen (Popper).
Adorno afirmó que “la cultura debía ser aquella condición que excluye una opinión capaz de medirla”. Su objeto de estudio fue la comunicación social. ¿Se puede estudiar la cultura acotándola; de forma objetiva? ¿Qué es la sociedad en este caso? ¿Sujeto u objeto? Si contestamos objeto, ¿no damos pie a que la ciencia que piense de ese modo nos manipule? Siempre habrá una relación entre la forma de pensar de alguien y la forma de actuar pero, en última instancia, la práctica es la que condiciona a  la manera de pensar. Lo que nos define es nuestra forma de actuar.
Hay que mencionar la Dialéctica del Iluminismo . Esta teoría analiza una sociedad liberal, donde encuentra una serie de factores que reproducen demasiados esquemas, y que forman parte de un mismo proyecto histórico que se conoce por “modernidad”. Se recurre a la tecnología como recurso de ventas a la hora de capturar y movilizar las necesidades sociales. A través de este gancho, la sociedad se rinde ante las nuevas necesidades.
La aparición de la imprenta tiene mucho que ver con todo esto que explica la Dialéctica del Iluminismo, porque permitió fijar los idiomas y el estándar lingüístico de cada país. Esto permitó una construcción de identidades nacionales. Es decir: que el cambio tecnológico impulsa un cambio social, pero, la tecnología es a su vez un resultado de cambios sociales. ¿Cómo entendemos esto?

Pues que estos cambios técnicos impulsan los cambios sociales pero porque ya son cambios sociales en sí. La concepción de que la tecnología es un elemento independiente y que provoca cambios sociales por sí sola es errónea (en estos puntos no me explayaré más, porque ya estaríamos hablando de tecnocracia o de determinismo tecnológico, lo cual es desviarse un poco).

Dos de las características que definen formalmente la nueva cultura de masas chocan frontalmente con otras tantas características esenciales del arte y la cultura burguesa: la unicidad de las obras y el elitismo del medio en que aparecen. El pretendido universalismo del arte y la cultura en el siglo XX es posible a partir de la masificación de su producción y consumo, posible a su vez gracias a la utilización de medios técnicos en su producción, transmisión y recepción, que permiten así su homogeneización y serialización. Con frecuencia, el debate filosófico ha obviado las advertencias de Benjamin y se ha centrado, de forma simplista, en la aceptación o rechazo de la cultura de masas en su conjunto, como si tal cosa tuviera algún sentido, cuando con ello no se ha puesto en cuestión la temporalidad de la noción misma de canon y, además, la noción misma de la filosofía como juez de la racionalidad.

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